Sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

viernes, 20 de abril de 2012

La maleta olvidada

El hombre del traje gris es el último en salir del avión. Saluda con una inclinación de cabeza a las azafatas y baja las escalerillas con su maletín negro. También es el último en retirarse de la zona de recogida de equipaje. Espera largo rato a que no quede ningún otro pasajero y sólo entonces recoge un “trolley” azul desvaído que gira solitario en la cinta transportadora. El hombre del traje gris cruza las puertas, tras las cuales familias y amigos se reúnen, tras las cuales nadie le espera. Sale al exterior, donde un pálido sol otoñal sí le da la bienvenida. Sin embargo, el hombre del traje gris no se inmuta. Impasible se acerca al aparcamiento de taxis y llama a uno. Da el nombre de un hotel cercano y en diez minutos se encuentra ante su fachada. Gris, del color de su traje, con muchas ventanas todas iguales y su nombre en grandes letras negras. El interior está acorde con lo esperado, colores que mantienen las distancias y la decoración justa para que no te sientas como en casa. Deliciosamente impersonal, piensa el hombre del traje gris, apreciando especialmente el uso de los azules para crear ese ambiente de frialdad. Luego sube a su habitación, un número entre tantos. Posa la maleta sobre la cama de edredón azul oscuro y el maletín sobre la butaca a juego. Se arrodilla delante de la cama, sus manos sobre la cremallera de la maleta, sin llegar a abrirla. El hombre del traje gris acaricia el sobado material de la tapa, antes de proceder a su apertura. Desliza muy despacio la cremallera, y cuando llega al final detiene sus manos, como si dudara. Cierra los ojos. Los abre de golpe. Por fin toma la tapa con sus manos y la levanta lentamente, hasta que toca el edredón de la cama y el contenido de la maleta queda visible. Con un dedo recorre las cintas elásticas que lo aseguran, y las desabrocha. Las separa. Introduce una mano en la maleta y saca una prenda que desdobla. Una camiseta negra de “The Offspring”, un grupo de metal-rock. Realiza la misma operación con la siguiente prenda, una sudadera con el logo de “Nirvana”, otro grupo de música. Poco a poco va extrayendo toda la ropa de la maleta y extendiéndola sobre la cama. Dos pares de vaqueros desgastados, tres camisetas de grupos de rock, un par de zapatillas negras, calcetines, calzoncillos…Hurga también en los bolsillos interiores, y saca un paquete de pañuelos, varios envoltorios de chicles y una hoja arrancada de una libreta. La observa detenidamente. Caligrafía claramente femenina, piensa el hombre del traje gris. Letra redondeada pero no demasiado, pulcra al principio, más rápida y descuidada al final. La lee. Despedidas, agridulces despedidas. Ambos deseábamos que no llegase este momento y hoy recordamos con una sonrisa los buenos ratos que pasamos juntos. No importa lo que ocurra, sabes que siempre podrás contar conmigo, en cualquier momento y en cualquier lugar. Confía en que volveremos a encontrarnos, aquí, en Sevilla, en San Sebastián o en la Conchinchina. Te quiere S. P.D.: No lo olvides, el recuerdo debe hacerte sonreír, no llorar. Cualquier otra persona habría sonreído ante este texto, pero no el hombre del traje gris. Impasible, sigue rebuscando en los bolsillos de la maleta, esta vez de forma infructuosa. Tras volver a repasarlo todo finaliza la búsqueda. Extrae una libreta con un pequeño bolígrafo del bolsillo del pantalón. Anota la fecha. Se detiene y observa las prendas y los objetos posados sobre la cama. Tras esta pausa comienza a escribir: Varón entre 15 y 20 años. Viaje dentro de las fronteras. Regreso. Destino cálido. Sevilla?? Preferencias: música rock y metal. No muy ordenado. Paquete de pañuelos: resfriado/precavido?? Curiosidades: Historia de amor frustrada. Causa: distancia?? Opinión: Historia exageradamente trágica. A continuación el hombre del traje gris guarda cuidadosamente todas las prendas, copia el contenido de la nota en su libreta y la devuelve a su sitio. Cierra la maleta, y sólo entonces mira la tarjeta de identificación que contiene el nombre y la dirección de su dueño. P. Boixander Millán C/ Bosques Nº 2 SEVILLA El hombre del traje gris se permite sentir una breve satisfacción, como de costumbre ha acertado con el sexo y el lugar de residencia. Ahora queda la parte que más disfruta. Baja a recepción y solicita una postal, y como siempre la sonriente señorita le ofrece la típica con la fotografía de cierto lugar importante en la ciudad. Sin apenas mirarla, el hombre de gris la compra. Ya en su habitación comienza a escribir: ¿Cuánto hace que no llamas a S.? ¿A qué esperas? Vive lejos, ¿y qué? Seguro que piensas a veces en ella. ¡Venga, apresúrate! Como no lo hagas, alguien tarde o temprano verá lo que tú viste en ella, y entonces la habrás perdido para siempre. ¡Corre! A. P. Garabatea la dirección del chico en el remitente y se guarda la postal en el bolsillo. Luego se acuesta. El hombre del traje gris se levanta a las siete en punto. Hace su cama y desayuna en el bar del hotel. Café solo, sin azúcar. Después toma un taxi hacia el aeropuerto, el” trolley” azul desvaído en el portaequipajes, la postal en su bolsillo, el maletín sobre el asiento de su derecha. Una vez allí se encamina a la zona de atención al cliente y afirma haberse encontrado una maleta abandonada. Entrega el “trolley” y pregunta por un buzón de correos. Tras echar la postal compra un billete, eligiendo al azar el destino. Sevilla. El hombre del traje gris esboza una sonrisa irónica, pero no cambia de billete. Tras un viaje de una hora llega a su destino. Ha pasado el rato mirando por la ventanilla, haciendo caso omiso de los intentos por parte de las azafatas de venderle productos “duty free”. Cuando se abren las compuertas, el hombre del traje gris es el último en salir del avión. Saluda con una inclinación de cabeza a las azafatas y baja las escalerillas con su maletín negro. El hombre del traje gris es el último en retirarse de la zona de recogida de equipaje. Espera largo rato a que no quede ningún otro pasajero y sólo entonces recoge una pequeña maleta negra que gira solitaria en la cinta transportadora. El hombre del traje gris cruza las puertas, tras las cuales familias y amigos se reúnen, tras las cuales nadie le espera. A continuación sale al exterior, donde el calor le golpea el rostro. Sin embargo, el hombre del traje gris no se inmuta. Impasible se acerca al aparcamiento de taxis y llama a uno. Da el nombre de un hotel cercano y en diez minutos se encuentra ante su fachada. No es gris, como el color de su traje, sino amarillo como el albero, con dibujos en las ventanas enrejadas. El interior es como el de una casa señorial, con escritorios de roble y retratos por todas partes. El hombre del traje gris siente como el bochorno embota sus sentidos, y no le gusta. Decide que no volverá a Sevilla, es demasiado alegre y calurosa. Una vez en su habitación enciende el aire acondicionado, y posa la maleta sobre la cama de sábanas blancas. Se arrodilla delante de ella, sus manos sobre la cremallera, sin llegar a abrirla. El hombre del traje gris acaricia el sobado material de la tapa, antes de proceder a su apertura. Desliza muy despacio la cremallera, y cuando llega al final detiene sus manos, como si dudara. Cierra los ojos. Los abre de golpe. Por fin toma la tapa con sus manos y la levanta lentamente, hasta que toca el edredón de la cama y el contenido de la maleta queda visible. Con un dedo recorre las cintas elásticas que lo aseguran, y las desabrocha. Las separa. Introduce una mano en la maleta y saca una prenda que desdobla. Una camiseta naranja. Realiza la misma operación con la siguiente prenda, unos pantalones piratas de color caqui. Poco a poco va extrayendo toda la ropa de la maleta y extendiéndola sobre la cama. Más pantalones piratas, camisetas de colores chillones, una sudadera, gafas de sol… Hurga también en los bolsillos interiores, pero no encuentra nada. Tras volver a repasarlo todo finaliza la búsqueda. Extrae una libreta con un pequeño bolígrafo del bolsillo del pantalón. Anota la fecha. Se detiene y observa las prendas y los objetos posados sobre la cama. Tras esta pausa comienza a escribir: Varón entre 30 y 40 años. Viaje dentro de las fronteras. Ida. Vacaciones?? Preferencias: colores exageradamente alegres, estilo juvenil, hombre alegre?? Ordenado. Curiosidades: Nada apreciable. Opinión: Un iluso como otro cualquiera. A continuación el hombre del traje gris guarda cuidadosamente todas las prendas. Cierra la maleta, y sólo entonces mira la tarjeta de identificación que contiene el nombre y la dirección de su dueño. Álvaro Posada C/ Malvarrosa Nº 3 MADRID El hombre del traje gris permanece con la mirada fija en la tarjeta, como si no pudiera entender lo que hay escrito en ella. Por fin reacciona. No devuelve la ropa a la maleta. Por primera vez en mucho tiempo, el hombre del traje gris cambia de atuendo. Se viste con la camiseta naranja y los pantalones caquis, se pone la sudadera y guarda las gafas de sol en el bolsillo. Mete su traje en la maleta y baja a recepción para solicitar un aplazamiento de la fecha de salida. -Sí, por supuesto. ¿Me dice el número de su habitación? -La 133. -Ajá, aquí está. Señor Álvaro Posada ¿no? Que disfrute de su estancia con nosotros. -Lo haré, gracias.